Dormir. Uno de los placeres de la vida. Todos los que alguna vez hemos tenido el placer de dormir siesta, hemos pasado por esa montaña rusa de emociones. “¿Duermo o no?”, “Es muy temprano/tarde para dormir siesta, aunque igual lo haría con gusto.”, “Feliz dormiría una siesta, pero después me voy a dormir muy tarde en la noche.”, “Me encanta dormir siesta, pero si lo confieso van a creer que soy flojo.” A veces resistimos el llamado y seguimos con nuestro día, y logramos cruzar esa barrera de cabeceos intermitentes hasta que ya volvemos despertar. Otras veces nos entregamos a ese sueño en la mitad del día, y despertamos con nuevas energías y renovadas ambiciones respecto a lo que podemos lograr con ese segundo aire. Aunque también hay veces en que se nos olvida poner alarma, y despertamos súbitamente ya de noche, desorientados, y preguntándonos qué hora es, dónde estamos, y que año es.
Aunque culturalmente a veces se asocia el descanso con flojera, la ciencia dice todo lo contrario: dormir —incluida la siesta— puede mejorar tu memoria, concentración y capacidad de aprender. En este artículo exploramos por qué descansar es más productivo de lo que crees.
Un tercio vital
Si dormimos en promedio 8 horas al día, eso equivale a un tercio de cada jornada… y, en promedio, a 26 años de la vida (26.66666666666667 para los matemáticos puristas). Pero lejos de ser tiempo inactivo, dormir es un proceso biológico fundamental, que impacta directamente tu cuerpo, tu mente… y tu forma de aprender.
El National Institute of Health nos dice que “el sueño afecta a casi todos los tejidos y sistemas en el cuerpo – desde el cerebro, corazón, y pulmones al metabolismo, la función inmune, estado de ánimo, y resistencia a enfermedades. Investigaciones muestran que una deficiencia crónica del sueño, o un sueño de mala calidad, aumenta el riesgo de alta presión sanguínea, enfermedades cardiovasculares, diabetes, depresión, y obesidad.” Este proceso biológico altamente complejo involucra distintas fases, y en cada fase ocurren cambios vinculados a los distintos sistemas que funcionan en nuestro cuerpo.
Pero además de todo eso, dormir tiene un rol clave en cómo aprendemos y recordamos información.
¿Qué pasa en tu cerebro mientras duermes?
Bueno, resulta que es justamente durante el sueño cuando que ocurre un proceso vital para el aprendizaje. Y ese proceso se llama consolidación. Básicamente, durante lo que conocemos como “estado de vigilia” (vale decir, nuestro tiempo estando despiertos) estamos constantemente recibiendo información y almacenándola a nivel cerebral, ya sea para poder realizar una determinada actividad o para recordarla a futuro cuando sea necesaria. Este proceso se conoce como codificación. Pero es en el sueño cuando esta información se organiza y se filtra a nivel cerebral para determinar que se queda y que se va, pasando desde nuestro almacenamiento temporal de memoria a corto plazo en una región del cerebro llamada hipocampo hacia nuestro almacenamiento más permanente de memoria a largo plazo en nuestra corteza cerebral. Esto se logra a través de redes neuronales que conectan estas regiones, permitiendo así el tránsito de esta información durante nuestra etapa de sueño. Y lo mejor de todo es que esto se aplica tanto a nuestra memoria declarativa, la que comprende información sobre conceptos y hechos, como a nuestra memoria procedimental, la cual tiene relación con habilidades como manejar un auto o tocar un instrumento.
Mientras duermes, él trabaja
El Dr. Matthew Walker, neurocientífico especialista en sueño de la Universidad de Berkeley, señala en su libro “Por Qué Dormimos” (2017), podemos describir el sueño como un ciclo de tres funciones:
- Vigilia: Recibes información
- Sueño NREM: Almacenas hechos y habilidades
- Sueño REM: Integras experiencias y las conectas con conocimientos previos
Esto último es lo que te permite, por ejemplo, resolver problemas, ser más creativo o aplicar lo que aprendiste en un nuevo contexto.
¿Qué dice la evidencia?
La ciencia es clara: dormir bien no solo mejora la salud, también potencia la capacidad de aprender.
- En el estudio Sleep to Remember (2006), se comparó a personas que durmieron justo después de aprender una lista de palabras, con otras que permanecieron despiertas antes de dormir. El grupo que durmió inmediatamente recordó mucho más, incluso semanas después.
- En otro experimento (Cousins et al., 2019), un grupo que tomó una siesta de 1 hora entre bloques de estudio tuvo mejor rendimiento inmediato y a largo plazo que quienes solo descansaron despiertos o siguieron estudiando.
- Y en estudiantes universitarios, se ha visto que más horas de sueño se asocian a mejores notas, mientras que dormir poco reduce el rendimiento cognitivo y académico (Okano et al., 2019).
¿Y qué pasa con las siestas?
Las siestas también tienen beneficios concretos, especialmente cuando no puedes dormir bien por la noche o necesitas recuperar energía y enfoque durante el día.
- Las fases más reparadoras del sueño, como la NREM, pueden ocurrir incluso en siestas de 20 a 30 minutos.
- Estudios muestran que siestas cortas mejoran la retención de información, la creatividad y el estado de ánimo.
- La clave es que la siesta ocurra dentro del ritmo natural del cuerpo, idealmente entre la 1 y las 3 de la tarde, según la Sleep Foundation (2023).
¿Cómo llevarlo a la práctica?
Aquí van algunas estrategias respaldadas por la ciencia:
1. Prioriza el sueño nocturno
Dormir 7–9 horas por noche es clave. Sin sueño profundo y REM, la consolidación de memoria se ve afectada.
2. Si necesitas, toma una siesta breve
Entre 20 y 30 minutos son suficientes para darte un impulso sin afectar el sueño nocturno. Evita siestas muy largas o muy tarde en el día.
3. Sé constante
El cerebro ama la regularidad. Intenta dormir y despertar a la misma hora todos los días, incluso los fines de semana.
4. Cuida la higiene del sueño
Evita pantallas antes de dormir, crea un ambiente oscuro y fresco, y reduce el consumo de cafeína por la tarde.
El descanso es igual de importante
La próxima vez que estés aprendiendo algo nuevo y sientas que necesitas descansar, recuerda esto: dormir no es desconectarse del aprendizaje… es profundizarlo.
La siesta no es un escape. Es una herramienta de aprendizaje, tan importante como tomar apuntes o repasar.
Dale al descanso el lugar que merece. Tu cuerpo y tu mente —y todo lo que quieras aprender— te lo van a agradecer.