¿Recuerdas la última vez que dijiste algo mal en otro idioma?


Quizás fue una palabra que sonaba similar a otra, una frase que no tenía sentido… o un silencio incómodo al no encontrar cómo continuar.
Y con eso, llegó una sensación conocida… miedo, vergüenza, incomodidad.

A muchas personas les pasa.
Pero aquí viene la gran pregunta:
¿Por qué nos da tanto miedo equivocarnos cuando estamos aprendiendo a hablar otro idioma?
¿Y qué pasaría si dejáramos de ver ese error como un obstáculo, y empezáramos a verlo como lo que realmente es: una oportunidad?

Aprender a hablar es tropezar (una y otra vez)

Cuando éramos niños, nadie nos juzgaba por decir “agua” como “aua” o inventar palabras a medio camino.
Nos celebraban el intento. Nos aplaudían el avance, aunque fuera caótico.
Y sin darnos cuenta… aprendimos hablando, errando y repitiendo.

Entonces, ¿por qué de adultos nos castigamos por hacerlo mal?
¿Por qué esperamos perfección antes de practicar?

El error es parte del camino, no el fin del mundo

En el aprendizaje de idiomas (y en la vida), equivocarse no es fracasar.
Es justamente el momento donde el cerebro dice: “Ey, aquí hay algo nuevo que entender”.

Muchas veces, esos errores nos ayudan a:

  • Recordar mejor una palabra, por cómo la dijimos mal.
  • Entender estructuras que antes pasaban desapercibidas.
  • Conectar con otros a través de una risa compartida o una corrección con cariño.

El error es señal de que estás avanzando. No lo borres, úsalo.

Cambiar el entorno cambia tu relación con el error

Gran parte del miedo viene del contexto.
Si te sientes juzgado, corregido con dureza o comparado con otros, claro que el error se vuelve una amenaza.

Pero si estás en un espacio seguro, donde equivocarse se ve como parte natural del proceso, el miedo baja.
En Poliglota, por ejemplo, creemos que el idioma se aprende hablando con otros, en un entorno sin juicio, con coaches que guían desde la experiencia, no desde la exigencia.

¿Y si cambiaras la pregunta?

En vez de preguntarte:

“¿Qué pasa si me equivoco?”

Prueba con:

“¿Qué pasaría si nunca lo intento por miedo a equivocarme?”

La respuesta a esa segunda pregunta puede doler un poco más.
Y quizás por eso vale tanto atreverse.

Lo que nunca se olvida

Curiosamente, los momentos de error son los que más se graban.
Una frase mal dicha que causó risa. Una palabra inventada que hoy es parte de tu historia.
Y así, sin darte cuenta, ese “fallo” se convirtió en uno de los recuerdos que más valoras del proceso.

Así que, si hoy te trabas, te confundes o inventas palabras…

¡Felicitaciones!
Estás aprendiendo.

Y lo estás haciendo de verdad.

- Prueba una clase conversacional gratuita

- Conoce más sobre el método Poliglota y nuestros planes